Para mí es menester comenzar por lo principal. El amor ocupa el sitial de honor dentro de mis preocupaciones y no es gratuíto. Su importancia es nueva, ya que antes no lo había experimentado tan fuerte como ahora o simplemente lo vivía pero no me detenía a reflexionar. La gracia del amor es que es el comodín, la llave maestra, para la solución de todos nuestros problemas., Nunca había podido comprender el "all we need is love" de Lennon, más bien me quedaba con el "love is all, is alright" the UB40. Eso hasta hace algunos días. Quiero compartir mi descubrimiento con ustedes.
El amor es irracional. Lo normal del hombre es obrar de acuerdo a la lógica y ésta nos llevará a la satisfacción de nuestras necesidades inmediatas. La gracia del amor es que completa al ser humano a largo plazo, de manera definitiva; no en la inmediatez. Por ejemplo, aborrecer al asesino de tu padre es normal, lo lógico y lo esperable. Lo humano es reaccionar violentamente frente a un agravio de tal magnitud. No se le puede reprochar a nadie el reaccionar de esta forma. El Talión es la respuesta más humana que podemos tener. Pero la sensación de satisfacción caducará al poco tiempo y un vacío de desesperación atormentará al vengativo. (Arabes y judíos no tendrán paz hasta que comprendan que el perdón es la respuesta). La gracia del perdón y del amor al prójimo es que nos brinda la posibilidad de establecer un equilibrio permanente en nuestras vidas respecto a la situación conflictiva. Será mucho más fácil para el victimario reconsiderar su actitud y pedir perdón si nosotros procedemos antes del mismo modo. Sin embargo, quiero aclarar que la actitud humana de no perdonar es normal y no es criticable, precisamente porque es a lo que tiende primeramente nuestra imperfecta naturaleza. Si actuamos divinamente, más allá de lo que se espera que hagamos, elevamos nuestro espíritu a un nivel mayor. Si hacemos hábito del actuar con amor, cada día menos problemas nos complicarán, tendremos una mayor paz interior y seremos propiamente "una fuego que enciende otros fuegos", como rezaba San Alberto Hurtado.
Hace algunos días, una persona a la que considero mucho me dijo que no podía tolerar a una determinada mujer porque la encontraba poco virtuosa. Yo le dí a entender que no ganaba nada con eso, que lo mejor era respetarla y amarla, para no caer en descalificaciones. Me respondió que al criticarla públicamente satisfacía su ego y se sentía a gusto. Entiendo que la reacción lógica ante la falta de gracia es el rechazo y la apatía, pero me parece más sano ayudar a esta persona y ponderar mayormente sus méritos por sobre sus debilidades. Esto no es gratuito. Si propendemos a fortalecer nuestros sentimientos de comprensión y amistad hacia aquellos que aborrecemos, la costumbre nos permitirá tolerarlos, puesto que las virtudes que encontremos en ellos se convertirán en un gancho irrenunciable para nuestras almas. Todo hombre tiende por naturaleza al bien, que es lo que lo lleva a perfeccionar sus potencialidades. Hay que saber distinguir qué bien prima sobre los demás. Los bienes ulteriores positivos, aquellos difíciles de conseguir pero que nos acercan de mejor manera a la perfección, son los bienes del amor. Por ejemplo, perdonar es a simple vista difícil y poco útil, pero nos llevará a vivir la eternidad en paz, cosa que no ocurre con la venganza.
Personalmente, vivir ajeno al amor me llevó a la desesperación y a la angustia. Ver lo bueno de lo malo, buscar aunque fuera forzadamente una explicación positiva de las cosas, utilizar lo negativo como una enseñanza o una señal, me llevo a tener mayor paz interior. No saqué nada con reaccionar impulsivamente ni con amargarme. Tuve que comenzar a acostumbrarme a amar a los demás y a mí mismo para que las cosas empezaran a ser mejores.
Actuar en todo momento de acuerdo a la Ley del Amor, que no es otra que la Ley Divina, no es una obligación exigible coercitivamente. Es una obligació moral, porque es la única forma de entender la generosidad del Creador al materializarnos como seres libres. Dios es tan sabio que nos invita a experimentar personalmente su amor. Nos hace imperfectos, para conocer las tinieblas y añorar aún más su Gracia. Nos invita a renegar nuestras imperfecciones. Su invitación no es impositiva, pero aceptarla es la única forma de compartir su esencia. La llamada del amor es, por lo tanto, traicionera, porque nos llama a infringir nuestra condición de creaturas imperfectas. Creo que la gente que obra de acuerdo a los instintos tendrá una futuro ajeno a la divinidad, pero no creo que esto sea sinónimo de tinieblas. No creo que Dios permita que almas que él mismo hizo libres sufran de torturas sin fin por el hecho de no haber renegado de su naturaleza externamente impuesta. Simplemente vagarán por la perpetua inconsciencia hasta que acepten el camino del amor.
El hecho de obrar de acuerdo a la naturaleza del Creador llevará a los afortunados a sintetizarse en su Unidad. Esto significa en la práctica que volveremos a ser parte del Todo Creador y que, siguiendo con el proceso, volveremos a crear almas libres hasta que todas ellas acepten la llamada del amor. La reencarnación es por lo tanto una idea absolutamente válida y persistirá hasta que todas las personas actúen en función del amor. Otra idea es que el hecho de permitir la existencia de la imperfección es parte de la dinámica de la perfección y del amor y no concluirá.
El hecho de que Dios permita la imperfección en su fruto creador significa que él es imperfecto y que tuvo que existir en él en los comienzos. Creo que la imperfección no es más que parte de la perfección, su parcial negación. Teóricamente me parece sumamente difícil explicar y avalar esto, pero la práctica me ha mostrado que siempre que hay imperfección cumple la función de contrastar y magnificar la importancia de la perfección como vía exclusiva. La imperfección es temporal. Dolorosa, pero temporal.
Cuestionarnos la misión de la imperfección en nuestras vidas es vital para ver al amor como la salida a esta incómoda situación. Confío en que su llamada terminará por ser aceptada por todas las almas para poder reunirnos en Dios.
Lea más...